Un soplo de aliento. Es todo lo que queda recatado en el dormitorio. Girar el
cuerpo intentando apartar al descaro. Apoyar las manos sobre el frío cristal de
la ventana y esperar...
Esperar la furia con la que sujetas mi cadera con tus
firmes manos y sentir poco a poco el calor que emana tu piel acercarse. Oír tu
lengua humedecer tus labios e inclinarte hasta posarlos al final de mi espalda.
Lamer cada vértebra hasta llegar a la nuca. Un pequeño mordisco, ladear mi
cabeza y perder el tiempo entre tanta explosión de escalofríos que nacen con tus
dientes en mi garganta.
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