Me despierto empapada. No es de ti. Empapada de las ganas
que olvidaste bajo la almohada. Estoy boca abajo, la brisa entra por la ventana
moviendo lentamente las cortinas. Produce un escalofrío que comienza en la
planta de los pies, sube, sube...Se desliza sobre la piel de mis glúteos, sigue
subiendo por la piel que cubre cada una de las vértebras y la espalda que desea
algo de agua sobre ella. Llega hasta mi nuca y es entonces cuando el escalofrío
explota por completo hasta llegar a mis labios. Mi boca abre dejando paso a ese
instante en el que la lengua roza los dientes y sale un pequeño gemido. Giro mi
cuerpo y la descarada de la brisa pasa de mis pies, ignora mis muslos y va
directamente hasta mi sexo. Tiembla cada resto que dejaste de saliva sobre él.
Pero no detiene su camino. La siento subiendo rápido hasta mis pezones. Éstos
deciden revelarse y tardan unos segundos en caer en su poder. Necesito
tocarlos. Con las yemas de los dedos, los rozo, los pongo juguetones. Una mano
se escapa y decide entrar entre mis labios abiertos para cubrirse de la humedad
del aliento.
-Otra descarada- pienso mientras baja hasta descansar entre
mis piernas.
La brisa, el escalofrío, mi mano, las ganas que dejaste bajo
la almohada, los restos de tu saliva secos sobre la piel de mi sexo, las
cortinas bailando, la luz que dibuja mañanas en mi vientre y tú que ya vives en
mi memoria. Todos juntos provocáis que mis párpados cubran el momento y os ponéis
a jugar con mi desespero...