Sí. Puedo ser mala, muy mala, malísima. Puedo atar tus muñecas a la espalda. Sentarme sobre tus rodillas. De espaldas a ti. Sin tocar tu cuerpo. Sólo la piel de mis nalgas apoyadas en tus rodillas. Delante de un espejo. Para que no pierdas detalle. Abrir un poco las piernas para enseñarte que no llevo braguitas bajo el vestido. Desabrochar muy despacio la cremallera del vestido. Deslizar la tela dejando al descubierto los hombros, la espalda. El cuello, los pechos reflejados en el espejo. Mientras te llega el perfume que cubre cada milímetro de mi piel. No puedes tocarme, tus manos están atadas. Me he sentado a la distancia suficiente para que tus labios tampoco puedan rozarme. Incorporo mi cuerpo dejando caer el vestido al suelo. Abro un poco las piernas dejando tu rodilla derecha entre ellas. Esos tacones hacen infinitas mis piernas en el espejo que no puedes dejar de mirar. Tu boca se abre un poco dejando salir un suspiro. Sonrío dándome la vuelta y me siento de nuevo sobre tus rodillas que cierro un poco empujando con mis muslos. Acerco mi cuello a tu nariz. Mis pechos. Mis manos. Mis labios...
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domingo, 23 de agosto de 2015
Mala, malísima
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Genial tanto la imagen como el texto, es el sentimiento de deseo, e impotencia a la vez que sufrimiento y placer, al contemplar y leerte,igual que el chivo de la silla, y no poder dar libertad al instinto mas primario y salvaje, su pongo que acabaría rompiendo la silla, me encanta tu blog
ResponderEliminarLa silla es irrompible...((; Muchas gracias!!
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